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Víctimas de la ecoansiedad.

 Víctimas de la ecoansiedad.

No puedo dormir bien. Tengo frecuentes pesadillas relacionadas con el medioambiente. En su día, ello me llegó a provocar un trastorno alimentario y tuve que acudir a psicólogos y psiquiatras”. Son pocas las personas que se atreven a contar en público cómo se sienten ante los problemas ecológicos a los que nos enfrentamos en la actualidad. Puede que ello se deba al temor a no sentirse comprendidas o a que las tomen por unas exageradas. Pero la joven Paula Mancebo ha saltado esa barrera y ha decidido explicarnos su caso, cuyos síntomas se corresponden con un fenómeno que ya se conoce como ecoansiedad o ecoangustia.

Paula estudia Lenguas Modernas, Cultura y Comunicación, aunque confiesa que le hubiera gustado dedicarse a las ciencias ambientales. “Pero las ciencias no se me dan bien”, se lamenta. Además, participa en Juventud por el Clima, un movimiento juvenil internacional que lleva a cabo distintas acciones para reclamar que se tomen medidas reales frente al cambio climático. Su principal impulsora es la sueca Greta Thunberg, posiblemente quien mejor simboliza esa ecoansiedad.

Tras conocer las consecuencias del mencionado cambio climático, Greta cayó en una depresión, y, en agosto de 2018, cuando tenía quince años, comenzó a manifestarse sola delante del Parlamento de su país. Poco a poco, otros estudiantes se le fueron sumando. Hoy, son cientos de miles los que siguen sus pasos en todo el planeta. En realidad, no es de extrañar. Los problemas medioambientales se cuentan entre los que más preocupan a la gente.

Thunberg ha sido una de las protagonistas de las últimas reuniones internacionales de alto nivel relacionadas con este asunto. En sus apasionados discursos se aprecia una mezcla de sentimientos de desilusión, tristeza e indignación. “Me han robado mis sueños, mi infancia, con sus palabras vacías”, llegó a espetarles en 2019 a los líderes mundiales de la ONU en la Cumbre de Acción Climática, celebrada en la sede de este organismo en Nueva York.

Mancebo se identifica plenamente con ella. “Cualquier día sale la noticia de una catástrofe ambiental, y pienso que no estoy haciendo lo suficiente. Entonces me invade una sensación de culpa, me acabo frustrando y ello me lleva a la ira, porque veo que la gente no se preocupa. Por un lado me siento sola; por otro, enfadada”.

¿Pero existe en realidad esa ecoansiedad desde un punto de vista clínico? La referencia mundial en la materia, el Manual Estadístico de Diagnóstico de Trastornos Mentales de la Sociedad Estadounidense de Psiquiatría, no recoge un diagnóstico para ella. No obstante, sí cita un informe de 2017 de la Asociación Psicológica de Estados Unidos, en donde se define como “un miedo crónico a la destrucción medioambiental”.

Oskar Pineño, doctor en Psicología de la Universidad Hofstra de Nueva York, señala que aunque las referencias a ese término han aumentado en los últimos tiempos, “desafortunadamente sigue siendo un fenómeno marginal, asociado con la nueva generación. Las anteriores aparentemente solo sufren, por así decirlo, una ecoapatía, y así nos va. Sin embargo, la ansiedad es ansiedad, independientemente de aquello que la causa. Una vez que se evoca una respuesta de este tipo, se siente igual”.

Para arrojar algo de luz sobre este asunto es necesario saber qué es la ansiedad, se trata de “un mecanismo adaptativo natural que nos permite ponernos alerta ante sucesos comprometidos. En realidad, un cierto grado de ansiedad puede ayudarnos a mantenernos concentrados y afrontar los retos que tenemos por delante”. Sin embargo, cuando nos sentimos desbordados, este mecanismo no tiene lugar. Como se explica desde la SEMI, en estos casos, “el sujeto se siente paralizado con un sentimiento de indefensión y, en general, se produce un deterioro del funcionamiento psicosocial y fisiológico. Cuando la ansiedad se presenta en momentos inadecuados o es tan intensa y duradera que interfiere con las actividades normales de la persona, entonces se la considera un trastorno. Los trastornos por ansiedad son, en conjunto, la enfermedad psiquiátrica más frecuente”.

En este sentido, los medios de comunicación y las plataformas digitales podrían estar contribuyendo a diseminar una cierta visión catastrofista de la realidad y a acentuar la ecoansiedad entre la población. Marta Peirano, periodista experta en ciberseguridad y redes sociales, cuya columna Sala Bit puede leerse todos los meses en MUY, explica que “los algoritmos de esas plataformas digitales han identificado que las noticias indignantes y aterradoras generan más atención, enlaces compartidos, retuits o comentarios que las informaciones equilibradas; viene a ser lo que antes llamábamos amarillismo. Por otra parte, los comunicadores nos hemos esforzado tanto en transmitir la urgencia y la inminencia de la crisis climática, que hemos alimentado una especie de mitología del armagedón. Esta caracterización genera rechazo y negación, porque presenta un problema inabordable para los individuos”.

Estas personas cuentan con datos muy precisos sobre esas cuestiones y ven que, en general, no se hace gran cosa. Pueden sufrir diversos problemas psicopatológicos y algunos viven experiencias de riesgo que ponen en peligro su salud mental”.

Fernando Valladares, investigador del Departamento de Biogeografía y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales, asegura que en este sentido se siente un poco bipolar. “Hay días que te vienes arriba y crees que puedes hacer muchas cosas. Además, no es posible cargar solo con las emociones negativas. Pero hay veces que te llevas muchas preocupaciones a casa, sobre todo cuando ves ciertas informaciones y te das cuenta de la complejidad política. También, cuando compruebas el alcance del negacionismo que se cierne sobre los problemas medioambientales. No solo se trata de individuos del estilo de Donald Trump; en realidad, estos son muy pocos. Hay otros camuflados, por así decirlo, que quieren creer que existe otra realidad; y de estos hay muchos”.

Paula, nuestra protagonista más joven, nos cuenta lo que hace ahora para sentirse mejor. “Sobre todo, me centro en lo que me pone contenta y en mi trabajo en el colectivo de Juventud por el Clima. Somos como una familia; hablamos de lo que nos preocupa y nos comprendemos. Todos nos esforzamos y vemos que está sirviendo de algo. Lo que nos va a salvar es que la sociedad se una, reclame y se lleven a cabo acciones”.

Redaccion Diario de Palenque

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