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El misterio de Las Labradas

 El misterio de Las Labradas

AGENCIA:
MÉXICO

Joel Santos dedica su vida a estudiar el cielo. A diferencia de los astrónomos, no usa un telescopio: se vale, más bien, de los registros que dejaron las civilizaciones prehispánicas en el norte de México. Se licenció como arqueólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), y después realizó estudios de arquitectura en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). “Mi enfoque ha sido el estudio de la arquitectura en civilizaciones antiguas”, comparte en una entrevista por correo electrónico a Muy Interesante México, “particularmente en la época prehispánica”. Como sinaloense, no pudo quedarse de lejos de Las Labradas.
Las Labradas “es un sitio de grabados rupestres que se encuentra en la línea del Trópico de Cáncer”, explica Santos. Recibe su nombre de las piezas de piedra basáltica que fueron intervenidas por mano humana, a manera de registros calendáricos prehispánicos. Hasta ahora, se han localizado más de 700 grabados únicos, que revelan el entendimiento que tenían los antiguos pobladores de la zona sobre la bóveda celeste y el movimiento de los astros.
A estos registros arqueológicos se les conoce como petroglifos: es decir, grabados en piedra cargados de simbolismo. Gracias a esta tecnología, los antiguos pobladores de Sinaloa pudieron registrar y predecir algunos fenómenos naturales, que les dio control sobre la agricultura y el clima. Sobre todo, porque sabían leer los movimientos de los astros en el cielo. Tan es así, imitaron la danza cósmica en estos grabados rupestres, con al menos 9,000 años de antigüedad.
Las Labradas han generado particular interés de la comunidad científica porque no siguen un patrón específico. Es decir, explica el INAH, algunos grabados “se concentran en grupos o conjuntos y otros están aislados”. Sin embargo, los investigadores han encontrado correlaciones con los puntos cardinales y “la cercanía con la línea imaginaria del Trópico de Cáncer”. Por lo cual, es poco probable que los antiguos pobladores hicieran los grabados de manera aleatoria: había una intención y una funcionalidad clara para cada piedra.
Esto tuvo consecuencias notables para los pobladores antiguos, ya que les permitió desarrollar un calendario agrario propio, en el que podían calcular las temporadas de lluvia.
Además de predecir el temporal, quienes desarrollaron estos registros calendáricos sabían la posición y movimientos de algunos cuerpos celestes. El más notable es Venus, que aparece representado en más de uno de los grabados basálticos. Esto demuestra la relación íntima que guardaban estas culturas con el cielo: “el ciclo anual del Sol, su correspondencia con los ciclos lunares y con planetas como Venus, fue muy significativa para las culturas prehispánicas”, apunta Santos. En muchos sentidos, rigió su vida durante siglos.

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