sábado 23 de noviembre de 2024 - Edición Nº38

Noticias | 8 nov 2024

COLUMNA

ALGO MÁS QUE PALABRAS

En una sociedad enferma nadie suele fiarse de nadie


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Por: SHD

Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor

 

                En una sociedad enferma nadie suele fiarse de nadie; y esto es grave, muy grave, gravísimo. Sin duda, la situación actual, al igual que la de otro tiempo, debe hacernos repensar en cómo nos movemos y nos socorremos. En efecto, todos precisamos de asistencia en medio de las continuas tempestades vivientes, lo que debe hacernos reflexionar sobre la búsqueda colectiva de lo armónico, más allá de los propios intereses personales, que frecuentemente nos corrompen y distancian. Hoy más que nunca, los moradores de este mundo, requieren activar vínculos diplomáticos, para reducir tensiones e impulsar la cultura del abrazo sincero por todos los rincones del planeta. Es público y notorio que nada puede conseguirse sin anhelo y franqueza, pues las nuevas generaciones actuales suelen vivir inmersas en un profundo sentido de confusión y extravío. Desde luego, parece que no abundan las gentes de verbo sincero y de acción coherente, lo que acarrea que todo se agite en la más tremenda incertidumbre, sin porvenir alguno; y, lo que es peor, sin perspectiva de sentido común, ni de conciencia.

 

                La necedad es la madre de todos los males. Vuelva la sensatez, con su disposición a la benevolencia, para atesorar familiaridad. A propósito, considero vital que reforcemos la sensibilización pública sobre el papel de las artes o de las ciencias, del deporte o de cualquier otra actividad lúdica, al menos para intentar generar aproximación de pulsos en beneficio de las sociedades. A mi juicio, es imperativo que, en todas las partes de la tierra, se adopten enfoques racionales y pragmáticos, al menos para fomentar la confianza ciudadana. Basta ya, pongamos fin a los ensayos nucleares de una vez por todas, corrijamos actitudes. Por este carril diario por el que transitamos, son tantos los estímulos, que a veces no cogemos el adecuado. Además, el intelecto no siempre actúa lúcidamente, porque la voluntad tampoco es firme perpetuamente y nunca las pasiones suelen controlarse; ni la valentía, a menudo llega a vencer el desasosiego. Pero si abrimos nuestro corazón a lo que nos circunda, y nos acogemos a ese tiempo meditativo consigo mismo, quizás podamos enmendar contextos y modificar circunstancias.

 

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