Por: REDACCIÓN / YST

Eran poco después del mediodía del dia de ayer martes 13 de mayo, cuando la vida de Valeria Márquez, influencer y emprendedora de 23 años, se apagó de forma violenta frente a la cámara de su celular. Desde el interior de su salón de belleza, “Blossom The Beauty Lounge”, ubicado en la colonia Real del Carmen, transmitía en vivo como lo hacía con frecuencia. Nunca imaginó que esa sería su última conexión con sus más de 90 mil seguidores.

Un hombre entró al local con la aparente identidad de repartidor. Llevaba consigo una caja que no despertó sospechas, hasta que desenfundó un arma y disparó varias veces directamente contra ella. El horror fue inmediato. Las clientas y colaboradoras que se encontraban cerca corrieron buscando refugio. Márquez cayó al suelo, herida de muerte. A pesar de la llegada rápida de los paramédicos, ya no había nada que hacer.

El agresor huyó a bordo de una motocicleta. La escena fue asegurada por elementos de la policía municipal, mientras la Fiscalía del Estado de Jalisco abrió una carpeta de investigación bajo el protocolo de feminicidio. En redes sociales, se viralizaron no solo los fragmentos de la transmisión interrumpida por los disparos, sino también publicaciones anteriores en las que Valeria había manifestado temor por su vida.

"Si algo me pasa, responsabilizo a mi expareja", escribió días antes. Una advertencia que hoy resuena con fuerza entre sus seguidores, amigas y colectivos feministas, quienes denuncian que las alertas de muchas mujeres siguen siendo ignoradas por las autoridades.

Valeria Márquez no solo era una influencer con contenido sobre maquillaje y cuidado personal. Era una joven emprendedora, galardonada en 2021 como Miss Rostro, y un símbolo creciente del empoderamiento femenino en plataformas digitales. Su historia, sin embargo, terminó de manera brutal, y su caso se suma a una dolorosa lista de mujeres que no fueron escuchadas.

Mientras la investigación sigue su curso y se indagan antecedentes de violencia en su entorno cercano, el crimen ha desatado una ola de indignación pública. Se exige justicia, sí, pero también cambios reales en un sistema que, una vez más, no actuó a tiempo.