Por: AGENCIA / SHD
Entre los misterios que Europa alberga, con sus castillos medievales, catedrales góticas y vestigios romanos, existe una curiosidad arquitectónica que desafía las expectativas y evoca imágenes de paisajes egipcios: una pirámide. No en las áridas arenas de Egipto, sino en la verde y frondosa Italia, se encuentra la única pirámide de Europa: La Pirámide Cestia en Roma.
Construida entre el 18 y el 12 a.C., la Pirámide Cestia no solo es única por su forma, sino también por su historia y ubicación. Se erige majestuosamente en el corazón de Roma, cerca del cementerio no católico de la ciudad, y se destaca entre la arquitectura clásica romana que la rodea.
Originalmente, esta pirámide fue construida como la tumba de Cayo Cestio, un magistrado romano que, según inscripciones en la pirámide, ordenó que su tumba se construyera en menos de 330 días.
La Pirámide Cestia mide impresionantes 36 metros de altura y cada lado de su base mide aproximadamente 30 metros. Su exterior estaba originalmente cubierto de mármol blanco de Carrara, que aún hoy resplandece bajo el sol romano, atrayendo tanto a curiosos como a historiadores.
Aunque pequeña en comparación con las colosales pirámides de Giza, la Pirámide Cestia es perfecta en sus proporciones y un testimonio de la fascinación que los antiguos romanos tenían por la cultura egipcia.
En el siglo III, la pirámide fue incorporada a las murallas de la ciudad construidas por el emperador Aureliano, lo que ayudó a preservar su estructura a lo largo de los siglos.
Esta integración no solo subraya la importancia que tenía la pirámide en el paisaje urbano de Roma, sino que también proporcionó una protección adicional contra las invasiones y el paso del tiempo.