

Por: AGENCIA / SHD
El mural secreto que cambió la historia desde el corazón de la selva guatemalteca. En lo más profundo del Petén, donde la selva devora el tiempo y los árboles guardan secretos en sus raíces, un hallazgo cambió para siempre nuestra manera de entender el universo y el mito del apocalipsis. No fue una pirámide. No fue un templo. Fue una habitación pintada… y olvidada.
Corría el año 2011 cuando un equipo de arqueólogos, guiado por William Saturno (Universidad de Boston), redescubrió el sitio maya de Xultún, conocido desde 1915 pero casi ignorado por la historia. Allí, bajo siglos de lodo, selva y olvido, encontraron lo inesperado: una estancia rectangular cubierta de murales, glifos y números. Una suerte de observatorio pintado con tinta roja y negra, donde cada trazo era una cuenta del cosmos.
Lo que esos muros mostraban no era una profecía de destrucción, sino un cálculo extendido miles de años hacia el futuro. Lejos de anunciar el fin, los murales de Xultún confirmaban lo que muchos sabios ya sospechaban: los mayas no predijeron el apocalipsis, sino la continuidad de los ciclos. Su calendario era más un río que una cuenta regresiva.
Los glifos pintados en la pared incluían cálculos sobre los ciclos lunares, los movimientos de Venus, Marte y la Luna, y los famosos Baktunes y Katunes que organizaban el tiempo sagrado. Era, posiblemente, el taller de un escriba real, un contador de soles que registraba con asombrosa precisión la danza del cielo.
Este hallazgo fue publicado en 2012 por la revista Science, y más tarde en National Geographic, como uno de los descubrimientos más importantes de la arqueoastronomía maya. Lo que se halló en Xultún no fue solo historia, fue memoria en estado puro, escrita por quienes sabían que el tiempo no termina: se transforma.
Desde ese rincón olvidado de la selva, los sabios mayas parecen hablarnos aún: "No temas al fin. Porque el universo no se quiebra, solo respira. Y cuando lo hace, el tiempo comienza otra vez."