Por: AGENCIA / SHD
El conocimiento del mundo y de nosotros mismos es un camino plagado de estupideces. Si contáramos el número de bobadas que hay que formular –y que oír– antes de llegar a arrimarnos siquiera a eso que podríamos llamar la verdad, nos quedaríamos, sin duda, sorprendidos. Pasa en todos los terrenos del conocimiento humano; desde la geodesia hasta la paleontología, desde la astronomía hasta la medicina, desde la antropología hasta la psicología.
En ocasiones, la causa de la estupidez puede ser simple y llanamente el error; uno se levantaba por la mañana, veía que allá a lo lejos había un horizonte y decía: “¡Tate!, la Tierra es plana”. Y si alguien le hubiera hablado de curvatura y de formas esféricas, hubiera replicado sorprendido: “¡¿Pero no lo estás viendo?!”. Otras veces, el error es inducido por las ideologías y las creencias; por ejemplo, la imposibilidad de concebir que nosotros no seamos el centro del universo que da lugar al modelo geocéntrico en astronomía o la negación de la teoría darwiniana de la evolución porque no casaba muy bien con eso que estaba narrado en las Escrituras.
Y es que el camino del conocimiento se sube peldaño a peldaño, desarrollando ideas que otros plasmaron antes, pero también apartando los pedruscos que dejaron por medio.
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-“Existen hasta trece tipos de orgasmos femeninos distintos”
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-“La fórmula para saber cuándo perder la virginidad”
-Los neologismos: La siniestra repetición de lo mismo
Anzuelos, nada más que anzuelos sin que normalmente haya en ellos un mísero gusano que llevarse a la boca. Estas circunstancias no son, lo repetimos, propiedad exclusiva de la sexología o de la investigación acerca del hecho sexual humano, sino que atañen a todos los ámbitos de eso que hoy denominamos genéricamente información, pero sí es cierto que todo lo relacionado con el sexo vende mucho –entendiendo por sexo lo que quiera en tender el que redactó la frase–. Y el hecho de que sintamos curiosidad por él no tiene en absoluto nada de reprochable; al contrario, pues nos fascina y lo admiramos de antiguo.
Lo que es reprochable es que se manipule ese asombro para convertirlo no en tiempo de profundización, sino en pasatiempo. Y que a causa de la manipulación se crea que no existe actualmente una auténtica reflexión profunda y honesta sobre qué diantres será, en nuestra condición de humanos, eso de ser sexuados.