Por: AGENCIA / SHD
Estás tan enamorada... Harías cualquier cosa por él. La vida es increíble desde que lo encontraste. Lo admiras y lo adoras, nunca habías conocido a alguien con tan buenas cualidades. Es tu luna, tu sol, tu alegría. Eso vas pensando mientras te diriges a vuestra cita para cenar, nerviosa por comprobar si le gustará el vestido nuevo que te has comprado, de su color favorito. Lo encuentras ya sentado a la mesa del restaurante, te mira y... el corazón se te encoge en un puño. De pronto, te sientes como si te hubieran dado una patada en el estómago. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué tiene esa cara? Parece enfadado; no, agobiado, quizá harto. Según te acercas, él sigue sentado. No se levanta para recibirte. Seguro que algo le pasa. Ya no le gustas. Se ha cansado de ti. Esa mirada... ¿Habrá quedado contigo solo para dejar la relación?
Tu sonrisa se vuelve mueca. Te sientas, él te da un beso en la mejilla, no en la boca. Ya no puedes más. “¿Sabes qué? No tengo hambre. Solo he venido para decirte que eres un imbécil. Te odio”, le espetas y lo dejas allí plantado. Él no sale corriendo detrás de ti como las veces anteriores en las que pasó algo similar. Gritas, lloras, das un manotazo a una papelera con todas tus fuerzas, te haces sangre con el golpe, pero no te importa. En realidad, quisieras morirte.
Lo que no se te ha pasado por la cabeza es que tu novio estaba cansado y agobiado, sí, pero era porque había tenido un mal día en el trabajo. Nada más. La mayoría de la gente reacciona ante emociones negativas fuertes cuando se tiene que enfrentar a una circunstancia extraordinariamente dolorosa o atemorizante.
Amor, rechazo y rabia: el vaivén afectivo del TLP
Sin embargo, a Marta, la protagonista de este desencuentro, le pasa cada dos por tres. Si te sientes identificado con ella, quizá padezcas un trastorno límite de la personalidad (TLP) –o borderline–, una enfermedad psiquiátrica que conlleva dificultad para regular las emociones, un comportamiento inestable y problemas de adaptación en las relaciones interpersonales, con la familia, la pareja, los amigos...
Tienden a mostrarse impulsivos, autodestructivos, impredecibles, apasionados y proclives a las relaciones tempestuosas y a los brotes de rabia, depresión y ansiedad. Es una cruz con la que cargan, de acuerdo con un estudio publicado en PubMed, una media del 2,1 % de la población global (un 75 % de ellos, mujeres) y es causante del 22 % de las hospitalizaciones en los servicios de salud mental, según datos de 2018 que aporta el psiquiatra Carlos Mirapeix, director de la Fundación para la Investigación en Psicoterapia y Personalidad (FUNDIPP) y codirector del curso de Especialista Universitario en Psicoterapia Integrada de los Trastornos de la Personalidad, en la Universidad de Deusto (Bilbao). La buena noticia es que puede tratarse y superarse.