Por: AGENCIA / SHD
En lo alto de las montañas andinas florece una joya natural que ha cautivado corazones desde tiempos ancestrales: la Cantuta, la flor sagrada de los incas y actual flor nacional del Perú. Con sus tonos vibrantes de rojo, amarillo y anaranjado, esta planta no solo embellece los paisajes andinos, sino que también guarda una profunda carga simbólica relacionada con la historia y el alma del pueblo peruano.
La Cantuta (Cantua buxifolia) fue considerada un elemento divino en el Imperio Inca. Los sacerdotes la ofrecían al dios Inti, símbolo del Sol y fuente de vida, en rituales sagrados que expresaban gratitud y respeto por la naturaleza. Cada pétalo representaba un valor espiritual: el rojo evocaba el sacrificio y la valentía de los pueblos andinos, mientras que el amarillo reflejaba la luz, la esperanza y la abundancia del maíz, alimento esencial en la cultura incaica.
Con el paso de los siglos, la Cantuta ha trascendido los límites del mito para convertirse en un símbolo vivo del Perú moderno. Su presencia en escudos, celebraciones y jardines públicos es una muestra del orgullo nacional por las raíces ancestrales y la conexión con la tierra. Aún hoy, en comunidades rurales de Cusco, Puno y Huancavelica, las familias continúan cultivándola con respeto, transmitiendo su valor de generación en generación.
Además de su belleza estética, la Cantuta posee propiedades medicinales reconocidas por la sabiduría popular andina. Sus flores y hojas se emplean en infusiones para aliviar dolencias respiratorias y digestivas, demostrando que la naturaleza sigue siendo fuente de equilibrio y bienestar para las comunidades.
En cada pétalo de la Cantuta se refleja la dualidad de la cosmovisión andina: el equilibrio entre el sol y la tierra, la vida y la muerte, lo espiritual y lo material. Es un recordatorio de que el Perú es un país diverso, pero unido por la misma raíz ancestral que florece en cada rincón de sus montañas.
Así, esta flor sagrada sigue siendo un emblema de resistencia y esperanza. En sus colores vive la memoria de los incas y la promesa de un futuro en el que el amor por la naturaleza y la identidad nacional continúen floreciendo con la misma fuerza que la Cantuta, la flor eterna del Perú.