viernes 05 de diciembre de 2025 - Edición Nº415

Mundo | 28 nov 2025

ARTE Y CULTURA

El último guardián

Una leyenda revive entre los ecos del Templo Mayor: la historia de Tepopochitl, el guerrero que enfrentó solo la caída de Tenochtitlán


Por: AGENCIA / SHD

En 1521, mientras Tenochtitlán ardía bajo el asedio de los conquistadores, un guerrero anónimo se convirtió en símbolo de resistencia. Entre el humo, los gritos y el derrumbe de los templos, Tepopochitl, conocido como “Humo Ligero”, defendió el Templo Mayor con un escudo de obsidiana tallado por su propio abuelo.

Tepopochitl no provenía de linajes nobles ni ocupaba rangos militares destacados. Era un curtidor del barrio de Moyotlan, dedicado a trabajar pieles y teñir cuero. Sin embargo, cuando la ciudad agonizaba, decidió subir los escalones ensangrentados del templo y jurar ante la estatua de Huitzilopochtli que, mientras viviera, el sol no se pondría sobre aquella piedra sagrada.

Armado únicamente con el escudo negro y la determinación de quien no tiene nada más que perder, resistió durante horas el avance enemigo. Crónicas indígenas y españolas mencionan la figura de un hombre cubierto de ceniza, con los ojos encendidos como brasas, enfrentando en soledad la caída de un mundo.

La defensa de Tepopochitl se volvió un episodio casi mítico. Al ser finalmente abatido, los conquistadores hallaron su escudo intacto, sin una sola marca de espada. Temerosos de que aquel objeto poseyera un poder desconocido, decidieron enterrarlo entre los escombros del Templo Mayor.

Con el paso de los siglos, la historia de “Humo Ligero” se convirtió en susurro entre cronistas, arqueólogos y habitantes del Centro Histórico. Algunos la consideran una leyenda nacida del dolor; otros, un símbolo de la resistencia mexica en sus últimas horas.

Hoy, entre los movimientos telúricos que estremecen la Ciudad de México, trabajadores, guías y visitantes afirman haber visto una sombra que recorre el sitio arqueológico al anochecer. Una figura solitaria, dicen, que sostiene un escudo oscuro que refleja la luz del sol vencido.

Y así, en el corazón de la capital, persiste la memoria de aquel guerrero que, aun en la derrota, juró defender la piedra sagrada del Templo Mayor hasta su último aliento.

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