Por: AGENCIA / SHD
Siberia, la enorme extensión que domina el norte de Asia, es un territorio donde la naturaleza impone sus propias reglas. Famosa por sus inviernos implacables, sus paisajes casi interminables y su atmósfera de aislamiento, la región ha despertado por siglos la curiosidad de exploradores, científicos y viajeros que buscan comprender su grandeza.
La inmensidad siberiana abarca ecosistemas tan contrastantes como tundras heladas, taigas frondosas, cordilleras, volcanes y lagos legendarios como el Baikal, considerado uno de los más antiguos y profundos del planeta. Su diversidad geográfica es tan vasta como la superficie que ocupa: casi el 9% de toda la tierra emergida en el mundo.
Parte de su fama se debe a los registros climáticos extremos que la han marcado. En Oymyakon, una remota localidad del noreste, se han registrado temperaturas de hasta –67.7 °C, consideradas de las más bajas jamás soportadas por una comunidad humana. Ese paisaje de hielo perpetuo ha dado a Siberia el título de uno de los lugares más fríos del planeta.
A pesar de estas condiciones duras, la región alberga espacios de una riqueza natural incomparable. La taiga siberiana constituye el bosque continuo más grande del planeta, refugio de especies como osos, alces, linces y aves migratorias. Más al este, la península de Kamchatka destaca por sus más de 160 volcanes, muchos de ellos activos, que conforman un paisaje volcánico único en el mundo.
El Lago Baikal es otro de sus tesoros: con más de 1,600 metros de profundidad, contiene alrededor del 20% del agua dulce no congelada del planeta. Rodeado de montañas y bosques, este cuerpo de agua ha sido inspiración de leyendas y un punto clave para estudios científicos sobre la evolución de los ecosistemas.
Históricamente, Siberia también carga con un pasado marcado por el aislamiento. Durante siglos fue utilizada por el Imperio ruso y posteriormente por la Unión Soviética como destino de exilio y trabajos forzados, lo que contribuyó a su reputación de territorio inhóspito y remoto.
Hoy, el aura de misterio que envuelve a Siberia permanece intacta. Sus contrastes, su clima severo y su inmensidad la convierten en uno de los últimos bastiones de naturaleza salvaje del planeta, un espacio donde el tiempo parece detenerse y donde la vida persiste en condiciones que desafían cualquier límite humano.