Por: AGENCIA / SHD
A mediados de este año se renovó parte del sistema de protección de la imagen original de la Virgen de Guadalupe, localizada en lo que se conoce como la Nueva Basílica desde 1976.
El hecho hubiese quedado en la memoria de quienes presenciaron el protocolo de cambio de micas como un registro de seguridad necesario para resguardar el patrimonio cultural y espiritual más grande e importante de México; sin embargo, técnicos, trabajadores y canónigos vivieron una experiencia “inolvidable” que merece ser contada en un tiempo donde lo sagrado y la fe pudieran parecer fake news o imposibles de suceder.
Sucedió que, después de más de 50 años de que la imagen original de la Virgen fue trasladada de la antigua a la nueva basílica, se hizo necesario sustituir la mica principal por presentar rayaduras que alteraban su reflejo al exterior, hecho del cual se percataron algunos de los peregrinos que arriban al centro mariano más importante del mundo, después de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano.
De acuerdo con el canónigo Jorge Antonio Palencia Ramírez Arellano, al retirar la mica, el lugar donde se practicaba el trabajo quedó envuelto por un “inigualable olor a rosas”.
Recientemente se le cambió la mica principal a la imagen porque tenía unas rayaduras o algo así en la parte externa. Al momento de abrir —porque está como encapsulada la tilma—, un olor a flores, a rosas, impresionante; y a nadie se le quita ese olor. Yo todavía lo tengo”, recalcó enfático.
Cómo se filtró el perfume de flores en un encapsulado de más de 50 años y por qué al retirar la mica no predominó un olor a veladoras son interrogantes obvias que surgieron frente a lo relatado por el canónigo, principalmente porque la imagen original de la Guadalupana posee un sistema de seguridad compuesto por una bóveda con puerta blindada y un grueso encapsulado difícil de romper.
Lo que sí fue un hecho es que todos los presentes en el lugar advirtieron “el impresionante olor a rosas”, subrayó el canónigo al destacar el nivel de conservación de la tilma a 494 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego en el cerro del Tepeyac.
Un dato importantísimo es que una tilma no dura más de 50 años. Una tilma, un ayate normal, se hace polvo, polvo, polvo, polvo, polvo, polvo, y es impresionante cómo se conserva, y ya vamos hacia los 500 años precisamente del gran hecho guadalupano”, expresó.