jueves 25 de diciembre de 2025 - Edición Nº435

Mundo | 22 dic 2025

ARTE Y CULTURA

Cuando los globos nacían del ingenio

Antes del caucho y el plástico, generaciones enteras de niños jugaron con globos artesanales hechos de tripas de animales, un símbolo de creatividad popular que marcó la infancia rural


Por: AGENCIA / SHD

Mucho antes de los globos brillantes y coloridos que hoy llenan las fiestas infantiles, los niños de numerosos pueblos jugaban con objetos muy distintos. En ferias rurales, la diversión llegaba en forma de globos elaborados con tripas de animales infladas, un recurso tan sencillo como ingenioso.

En México, entre 1850 y 1930, esta práctica era común en comunidades rurales. Las tripas de cerdo, borrego o res se limpiaban y lavaban cuidadosamente, para después inflarlas y atarlas, dando forma a globos artesanales resistentes que podían durar varios días sin romperse.

Estos globos cumplían múltiples funciones en el juego infantil. Servían como adornos festivos, pelotas ligeras para improvisar juegos y juguetes versátiles que estimulaban la imaginación de niñas y niños en épocas donde los artículos industriales eran escasos.

Aunque el olor no siempre era agradable, poseer uno de estos globos era considerado un lujo. Representaban un juguete humilde, hecho a mano, pero muy valorado, que hoy podría parecer impensable, aunque en su tiempo formaba parte natural del paisaje festivo.

Esta tradición no fue exclusiva de México. En Europa, desde la Edad Media hasta el siglo XIX, las vejigas de cerdo infladas se utilizaban como pelotas y globos, tanto para el juego como para otros usos cotidianos.

Incluso la ciencia recurrió a estos materiales. Personajes históricos como Galileo emplearon vejigas infladas en experimentos, aprovechando su flexibilidad y resistencia, lo que demuestra la versatilidad de estos objetos en distintos ámbitos.

Con la llegada de los globos de caucho en el siglo XIX, esta costumbre comenzó a desaparecer en muchos países. Sin embargo, en las ferias rurales mexicanas logró mantenerse viva hasta bien entrado el siglo XX, como un símbolo del ingenio popular y de una infancia marcada por la creatividad y la reutilización de los recursos disponibles.

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