

Por: Agencia / YST
La muerte del Papa Francisco activa un meticuloso protocolo en el Vaticano para rendir homenaje al pontífice y preparar la elección de su sucesor. Sin embargo, este procedimiento será más austero y breve que en ocasiones anteriores, por decisión expresa del propio Francisco.
Fiel a su estilo sobrio y cercano a los más humildes, el Papa argentino —conocido como “el Papa de los pobres”— había dispuesto no ser enterrado en la tradicional cripta papal de la basílica de San Pedro. En cambio, sus restos reposarán en la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, un lugar con profundo significado para su pontificado.
El ceremonial fúnebre está estructurado en tres fases litúrgicas: la vigilia, el funeral y la sepultura. La organización de estas etapas estará a cargo del cardenal camarlengo, el estadounidense Kevin Farrell, quien asumirá la administración temporal de la Iglesia durante el período de "sede vacante", hasta la celebración del cónclave.
Francisco dejó establecida esta simplificación en el documento Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, promulgado en noviembre de 2024, donde reformó los ritos tradicionales de despedida papal, priorizando la sobriedad y la espiritualidad sobre el boato ceremonial.
En primer lugar los médicos certifican el fallecimiento del pontífice. En el pasado se hacía golpeando un martillo de plata en la frente o llamándole por su nombre de pila. Una vez confirmado, el prefecto de la Casa Pontificia proclamará la defunción. Esta constatación, por orden de Francisco, ya no será en su habitación, sino en la capilla.
La figura clave será el cardenal camarlengo, quien, con paramentos de color rojo, usado en señal de luto, entra en la habitación escoltado por un destacamento de la Guardia Suiza, símbolo de la nueva autoridad, para asegurarse oficialmente de la muerte del pontífice.
Después retirará de su dedo el Anillo del Pescador, símbolo del poder pontificio, lo que marcará el final de su reinado. El anillo será machacado junto con el sello papal para evitar cualquier falsificación de documentos u órdenes. Con el mismo propósito se sellará la habitación del difunto.
Inmediatamente después informará al vicario de Roma y después lo hará saber a los fieles de la ciudad. Las campanas de San Pedro doblarán a muerto, anunciando al mundo y a Roma el fallecimiento.
Tradicionalmente el cuerpo del Papa era introducido en un triple ataúd, de ciprés, de plomo y de roble, pero el pontífice argentino ha preferido usar solo uno.
El rostro del difunto se cubre con un pañuelo blanco de seda y en su féretro se introduce un tubo metálico que conservará un pergamino con sus obras más importantes en vida. Además se mete una bolsa con algunas monedas acuñadas durante su pontificado. La costumbre señala que se debe meter una moneda de oro por cada año de reino, una de plata por cada mes y de bronce por cada día.
Tras el velatorio del cuerpo, el féretro es llevado a la basílica de San Pedro del Vaticano para su exposición a los fieles y autoridades. Durante el cortejo funerario se entonará el responso Libera me, Domine, de morte aeterna (líbrame Señor de la muerte eterna) y las letanías.
El cuerpo de Francisco será expuesto pero, en vez de hacerlo en un catafalco, prefirió que sea directamente en su propio ataúd, abierto. Además rechazó que se coloque el báculo papal a su lado. Normalmente la exposición duraba tres días. Bergoglio modificó este protocolo para que "los papas sean velados y sepultados como cualquier hijo de la Iglesia".
El funeral pontificio se celebra en la fecha que elija una reunión plenaria de cardenales. En los casos de los últimos cuatro papas, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, este rito se celebró en la plaza vaticana, al aire libre.
Francisco también cambió el manual de liturgia funeraria para permitir su inhumación en un lugar distinto de la cripta vaticana. En su caso, expresó en vida su deseo de ser sepultado en la basílica romana de Santa María la Mayor y no en las Grutas Vaticanas.
Con el Papa enterrado, darán inicio las llamadas 'novendiales', las misas de difuntos celebradas en su honor durante nueve días consecutivos, empezando con la del funeral. Mientras, los cardenales se reúnen para fijar el comienzo del cónclave en busca de un sucesor.