

Por: Agencia / YST
En el corazón de Turquía, entre colinas y ruinas bañadas por la historia, se alza una joya silenciosa del mundo antiguo: el estadio romano de Afrodisias, considerado el mejor conservado del planeta. Construido a finales del siglo I d. C., este coloso de piedra podía albergar a 30.000 espectadores, ávidos por presenciar luchas de gladiadores, competiciones atléticas y espectáculos que combinaban fuerza, arte y devoción imperial.
Pero Afrodisias era mucho más que un centro de entretenimiento. Esta ciudad, cuyo nombre honra a Afrodita, diosa del amor y la fertilidad, fue uno de los centros religiosos más influyentes del Asia Menor romana. Su templo monumental, dedicado a la diosa, atraía a peregrinos, poetas y escultores de todo el mundo grecorromano.
Los artistas de Afrodisias fueron célebres por su maestría en el mármol, y muchas de sus esculturas, de una belleza casi sobrenatural, siguen sorprendiendo por su detallismo y expresividad.
Gracias a décadas de excavación y restauración, hoy podemos caminar entre las gradas del estadio, recorrer la avenida sagrada o admirar las columnas del templo. Afrodisias no es solo una ruina: es un eco de la gloria romana, congelado en el tiempo, que nos conecta con la grandeza espiritual, artística y urbana de una civilización que sigue viva en la piedra.