

Por: AGENCIA / SHD
También conocida como la "Ciudad Rosa", es un antiguo enigma en Jordania, escondida en lo profundo de un cañón. Excavada en vibrantes acantilados de arenisca por los nabateos alrededor del siglo IV a. C., Petra es famosa por Al-Khazneh, o "El Tesoro". Esta ciudad floreció en su día como un importante centro comercial con avanzados sistemas de agua. Sin embargo, su repentino declive y abandono siguen sin explicación. Redescubierta en 1812 por Johann Ludwig Burckhardt, Petra, ahora Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
En la región montañosa de Edom, en el desierto jordano, Petra fue levantada por los edomitas en el siglo VIII a.C. y alcanzó su máximo esplendor bajo el dominio nabateo, a partir del siglo VI a.C, gracias a su ubicación en medio de una ruta comercial. La "excavada en piedra" -su nombre en griego- es una de las siete maravillas modernas del mundo.
Lo cierto es que Petra, o Raqmu, como la llamaban los nabateos, sus segundos pobladores, es uno de esos enclaves que dejan sin palabras cuando se visita por primera vez.
A Petra se le conoce como “la ciudad perdida” no solo porque así lo estuvo durante siglos, desde el siglo VI d.C cuando sus habitantes abandonaran la ciudad y cayó en el olvido, hasta que fue re descubierta en el siglo XIX por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt, sino también porque quedó oculta bajo la arena. Tormentas de arena, los terremotos y las numerosas inundaciones la fueron enterrando poco a poco hasta tal punto que tan sólo el 20% de la ciudad es actualmente visitable, aunque las excavaciones continúan desenterrando edificios.
Al contrario de lo que muchos creen, la ciudad de Petra no fue construida en piedra sino excavada y esculpida en la roca, formando un conjunto monumental único que le valió para ser incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1985. Y es que los trabajos debieron ser muy arduos, pues en esta ciudad llegaron a vivir más de 30.000 personas.
Aunque fue ampliada durante su época de mayor esplendor, se cree que Petra nació para los nabateos como una ciudad funeraria, pues ellos mismos la bautizaron como “la ciudad para el día de mañana”.