

Por: Agustín Román Álvarez Bolívar /yst
Abandonada por sus creadores y sepultada en el seno de la selva lacandona, la ciudad de Palenque permaneció oculta a la mirada del mundo occidental durante las convulsas centurias de la conquista y colonización de las mayas y su territorio.
La primera noticia sobre la existencia de la antigua ciudad se halla en los documentos sobre el excepcional fraile dominico Pedro Lorenzo de la Nada, quien en 1567 fundo, en la cercanía de las ruinas, un pueblo con indios en ch´ol que antes vivían dispersos en la selva lacandona, al que denomino Palenque, “dando con este nombre homenaje al antiguo Palenque, cuyos vestigios ha descubierto a cierta distancia del nuevo sitio” (De Vos, 1980a: 57-11). En la época colonial, la palabra Palenque significaba “sitio cercado, lugar fortificado, ciudad amurallada”; el sinónimo ch´ol del nombre es Otulum, “lugar de las casas amuralladas”, como se denomina aun hoy al arroyo que atraviesan el centro de la ciudad, lo cual revela que esos antiguos edificios eran la grandiosa ciudad cuyas impresionantes construcciones que surgían semiderruidas entre la selva dieron a quienes la conocieron la imagen de murallas.
Vale la pena destacar que el fraile dominico Pedro Lorenzo fue famoso por su predicación pacífica y su cariño hacia los indios (De Vos, 1980a:102). Hablaba tzotzil, tzeltal, chontal, y ch´ol, y contra la opinión de sus superiores, realizó una forma peculiar forma de evangelización: se iba solo por la montaña llevando únicamente un poco de pozol y platicaba con los indios en sus casas; se acercaba a ellos con suaves argumentos para hacer su predicación, con lo que lograba fácilmente la conversión. Un día abandono para siempre el convento de Santo Domingo en la Ciudad Real y se internó en la selva hasta la laguna de Lacantún, pero los lacandones lo rechazaron. Así se dirigió hacia el norte y fundo el pueblo de Palenque. Después logro que este pueblo se agregara a la capitanía General de Guatemala, lo protegió y le procuró ganado; los palencanos lo veneraban como fundador del pueblo. Desde este sitio se convirtió en el administrador espiritual de los pueblos de la zona ch´ol y tzeltal. Antes había fundado varios otros poblados, como Tumbalá y Tila, y los pueblos tzeltales de Bachajón y Yajalón.
De este modo las ruinas eran conocidas en el siglo XVI, no solo por los indígenas de la zona, sino también por los misioneros españoles, pero esos conocimientos no trascendieron y Palenque permaneció intacta hacia el siglo XVIII.